Definición y marco ético
Tener un animal de compañía no debería entenderse como un derecho, sino como una responsabilidad. La tenencia responsable implica asumir plenamente el compromiso de cubrir todas las necesidades físicas, emocionales, sanitarias y sociales del animal a lo largo de toda su vida. Esto abarca desde ofrecerle un entorno seguro y afectivo hasta garantizar su salud, alimentación, ejercicio, socialización y protección frente al abandono y el maltrato. Pero también significa entender que estamos conviviendo con un ser sintiente, que experimenta emociones y sufre cuando no se le cuida correctamente. La tenencia responsable es, por tanto, un acto de empatía, conciencia ética y compromiso social.
El vínculo humano-animal
La relación entre las personas y los animales de compañía va mucho más allá de una simple convivencia. Se crea un vínculo afectivo que puede tener un enorme impacto emocional tanto para el animal como para su tutor o tutora. Este vínculo requiere respeto mutuo, comunicación, tiempo y atención. No se trata de humanizar a los animales, sino de reconocer su naturaleza y permitirles desarrollarse conforme a sus necesidades, ofreciéndoles compañía y estabilidad emocional. Tratar a un animal con afecto y consideración no es un gesto sentimental, sino una parte esencial de su bienestar.
Compromiso a lo largo de toda la vida del animal
Cuando decidimos incorporar un animal a nuestra vida, asumimos un compromiso que puede durar entre diez y veinte años, o incluso más. A lo largo de ese tiempo, el animal pasará por distintas etapas —desde la juventud activa hasta la vejez o la enfermedad— y necesitará cuidados diferentes en cada momento. Abandonarlo o desatenderlo cuando deja de ser cómodo no es solo una irresponsabilidad, sino una forma de maltrato. La tenencia responsable implica prever estos cambios, buscar alternativas en caso de dificultad y no dejar nunca que la vida de un ser vulnerable dependa del azar o de una decisión improvisada.
